Cuerpos vendados, quejidos por la noche, cuencas vacías en las caras de quienes han perdido los ojos, piernas prostéticas, niños que brotan por todos lados en el hospital de leprosos. Tamio Hojo describe el sanatorio donde vivió los últimos tres años de su vida como una aldea, donde todos los parientes cumplen una función y encuentran en sus actividades una forma de sobrellevar la tragedia.
Cuerpos vendados, quejidos por la noche, cuencas vacías en las caras de quienes han perdido los ojos, piernas prostéticas, niños que brotan por todos lados en el hospital de leprosos. Tamio Hojo describe el sanatorio donde vivió los últimos tres años de su vida como una aldea, donde todos los parientes cumplen una función y encuentran en sus actividades una forma de sobrellevar la tragedia.